viernes, agosto 22, 2008

DE LA MUERTE

Hay verdades que aceptamos como tales desde siempre. Confirmadas por la sabiduría popular, el sentido común o dichas por un gran sabio, parecen no necesitar comprobación. Últimamente me ha pasado vivir algunas de estas verdades, que no es lo mismo que aceptarlas sin más. Ahora entiendo el significado de experiencia, vivir algo y comprenderlo, saberlo, expresarlo con un acto.

El sábado regresaba de madrugada de una fiesta, junto con mi hermano. En el puente enfrente del Tec-Cd de México había un accidente horrible. Antes de llegar, vidrios y autopartes rotas tapizaban el pavimento. Cinco o seis coches, dos de ellos en muy mal estado. La primera persona que vi fue un joven con un celular en la mano, quien le gritaba violentamente a un policía. La segunda persona que vi fue a una mujer (yo vi como una niña de 12 años, mi hermano una muchacha chaparrita) tirada en el piso, en una posición muy extraña y una mujer junto a ella. No supe si estaba viva o muerta.

Pensé en detenerme, pero seguí de largo, tuve miedo a enfrentarme a una situación dolorosa. De repente sentí una gran tristeza y soledad. Imaginé ser yo el que estaba tirado en el pavimento. La sentí tan sola. ¿Tendría frío? La sensación era abrumadora. Pensé en mi muerte. Pensé que la muerte es algo que uno hace en solitario. Sólo estás tú, nadie va a cruzar contigo. Me dio miedo.

Después de un rato de silencio, comenté con mi hermano mis sentimientos. Él por su parte, dijo que no quería morir en un accidente automovilístico. Un momento después reflexionó. No importa donde sea. No importa como y dónde mueras. "Quiero estar consciente", dijo.

Sus palabras me reconfortaron y entonces entendí algo. Hay un refrán que dice "No tenemos nada seguro, excepto la muerte". Es cierto. Algún día moriremos. A pesar de ser una verdad obvia, que la razón aprueba, en ese momento lo comprendí de una manera más profunda. Algún día voy a morir. Yo. De algún modo, en algún lugar y a alguna hora. Y en ese momento, suena raro decirlo, me emocionó mi muerte. En palabras de mi hermano, si el nacimiento es la entrada a este planeta, la muerte "es la salida". Es algo que voy a experimentar, la última experiencia en esta vida.

Tal vez al enfrentar el miedo a la muerte, es posible verla de manera distinta. ¿Qué me espera del otro lado? He oído muchas historias, pero en realidad no lo sé. O tal vez sí lo sé y lo he experimentado miles de veces y simplemente no lo recuerdo. Hace poco leí que hay gente que se dedica a acompañar moribundos. Ellos explican que no tienen que hacer nada, ni leerles, ni hablarles, etc. sólo estar allí, ser compañía. Es lo mejor que se puede hacer en esos casos, acompañar. Si es cierto que del otro lado del túnel, también te están esperando, no suena tan mal. Abandonar el cuerpo, como se deja una cáscara vacía, como una ropa que ya no queremos, con total desapego a todo. En cierto modo, el camino hacia la Luz podría verse como un proceso de trascender la dualidad vida-muerte, luz-oscuridad. Estoy leyendo a un autor que dice que en cada meditación una parte de su ser muere, y él renace distinto, cambiado. Mi psicólogo dice que estoy en un proceso de duelo y pérdida. Tal vez eso es morir, dejar ir algo que amas, soltar el apego, sin que eso signifique dejar de amarlo.

miércoles, agosto 13, 2008

DE LA SOLEDAD

Antier estaba muy triste y escribí esto, tratando de expresar lo que sentía. En el mood de la expresión creativa, lo comparto con ustedes.

Soledad

Me siento solo.
Como el niño que observa a los otros girando en una rueda, sin ser invitado.
Como el muchacho que camina en el parque y sueña con ser besado, tocado.
Como el hombre que piensa en los que lo aman y aún así se siente solo.

Me siento solo.
Como el niño que no es convidado a la fiesta.
Como el muchacho que mira al horizonte, sentado en una barda alta y blanca.
Como el hombre que observa la parte de su ser que se siente no amada.

Me siento solo.
Como el niño que sin aviso pierde a su amigo.
Como el muchacho que mira la oscuridad y piensa en su muerte.
Como el hombre que llora en su cama, con las manos en el pecho.