No soporto a Paulo Cohelo. Y por favor los fans no se sientan agredidos, pues este odio no tiene ningún fundamento. O sea, nunca de los nuncas he leído uno de sus libros. Aunque personas cercanas y lejanas han caído bajo su embrujo y me aseguran que es maravilloso, me resisto con todas mis fuerzas a leerlo. Es un prejuicio. Se me figura tipo Carlos Cuauhtémoc Sánchez en versión wannabe. Y tremendamente cursi además.
Como dije, todo esto es representación mía, pues quién sabe si un día de estos lo leo y me vuelvo fan (nunca hay que decir nunca! es lo que yo digo[por experiencia propia]). O por lo menos lo leo y si bien no me parece bueno, pues tampoco tan malo como en mi imaginario. Y este prejuicio lo aplicaba casi automáticamente a toda la literatura “light” o de autoayuda. Cuando veía a alguien (generalmente mujeres) apiñadas en torno de la mesa de las librerías donde juntan todos estos libros (¿por qué será que la gran mayoría son de Editorial Diana?), me daba algo así como penita, como cosita, casi casi lástima. Y miren que no soy quién para tirar la primera piedra.
Y es que cada quien habla como le va en la feria y mientras nos encanta ver la astilla en el ojo del vecino, no vemos la viga que tenemos en el propio. Por supuesto que también tengo libros del tipo, pero como alguien dijo “hay de libros a libros”, o, en este caso yo diría: “que va de Carlos Cuauhtémoc Sánchez a leer al Dalai Lama o La inteligencia emocional”. ¿Será cierto que hay de libros a libros de autoayuda? Podríamos comenzar por decir que en el rubro entran varias categorías. Están los títulos verdaderamente patéticos como Cómo mejorar tu autoestima (que oso comprarlo, aunque verdaderamente se necesite mucha seguridad para hacerlo); también entran los más sofisticados como Las mujeres que aman demasiado (libro de cabecera de uno de mis mejores amigos y que verdaderamente le ha ayudado mucho en la vida, yo lo he visto) y toda la gama de los misticoides, desde los banales como El uso de la magia blanca para mejorar tu vida, hasta los manuales Reiki, de ángeles, enseñanzas espirituales, etc.
Pues yo hoy era uno de esos seres alrededor de esa mesita revisando cada uno de los títulos. ¿Cómo fue? Descubrí en Internet (investigando sobre el Reiki) un extracto de Las siete leyes espirituales del éxito, de Deepak Chopra y me pareció que tenía cosas muy interesantes y compatibles con mi manera de ver la vida. Pensando en esto, recordé que mi libro Tú puedes sanar tu vida, de Louise Hay (otro clásico de la autoayuda misticoide, ven como no puedo tirar ninguna piedra), estaba prestado-perdido a alguna de mis numerosas primas. De allí a decidirme a ir a comprarlos, fue cuestión de un momento.
Al entrar a la librería, un guapo dependiente (miren que son pocos los guapos atendientes de librería), me pregunta si puede ayudarme. Neto me dio mil pena preguntarle por "Las 7 leyes", así que preferí preguntarle (sin olvidar la sonrisita tipo Heidi cuando veía a Pedro) donde estaba el nuevo libro de Harry Potter (que ya tengo en inglés pero no se me ocurrió otra cosa). Ya habiéndome deshecho del intruso indeseado (lástima), me acerqué sigilosamente a la mesita de mi objetivo primero. Tomé el libro deseado y ya estaba por escurrirme rápidamente hacia la caja cuando vi el título Descubre tus ángeles. Entonces recordé aquel memorable Taller de Ángeles al que acudí ya hace algunos ayeres junto con mi hermana y mi tía y en el cual, en una especie de trance profundo, mi Ángel de la Guarda me dijo su nombre. El índice me convenció y lo agregué rápidamente a mis compras. Ya de allí a ponerme a examinar libro por libro no fue tan difícil. Tal como imaginé, a mi alrededor no tardaron en juntarse varias mujeres ocupadas en la misma tarea. Mas allá descubrí el libro sobre los efectos del pensamiento positivo sobre el agua (que se mencionan en la película Y tú que %$#” sabes). De esto empecé a platicar con la vieja de junto, que también había visto la película y como yo, era fan. Luego ella (¿me reconoció como igual [ahora sí que del gremio], con esos libros en los brazos?) me dijo que el libro de Deepak Chopra estaba buenísimo y que le había servido muchísimo (y la mujer era gerente comercial de una empresa italiana en México además de ser madre de tres escuincles así que, en lo que a mi respecta, no hablaba por hablar). Después me preguntó si ya había leído El Caballero de la Armadura Dorada (el cual dos días antes me había sido recomendado por otra amiga!!) Le dije que no y me lo recomendó también. Total de que para esto ya no sólo éramos ella y yo comentando los títulos, sino tres viejas chismosas más atraídas por nuestra plática, y nosotros. Vieron mi libro de Descubre a tus ángeles y cuando les conté mi experiencia angélica, tres de ellas también se lo llevaron (la otra no porque todavía no terminaba otro libro de ángeles que tenía). Ya con la platiquita con el viejerío circundante y con toda confianza, ahora sí me puse con todo desparpajo a revisar toooda la mesa. Para no hacerles el cuento largo, salí con varios títulos. Además de Descubre a tus ángeles y Las siete leyes espirituales del éxito, me llevé: ¡No fumo más!, Su inteligencia emocional y un libro de Gaby Vargas llamado Cómo triunfar en el trabajo (recomendado por mi ejecutiva-y-ahora-consultora-literaria y que costaba… adivinen cuánto?! 19 pesos!!!) Ya en la fila para pagar e imbuido de espíritu auto-ayudador y de superación personal, descubrí Cómo se hace una tesis, de Umberto Eco y lo agregué a mis compras. Me quedé con las ganas de comprar el librito del agua pero se me hizo un poco carito para su tamaño. Debo confesar que también me quedé con ganas de comprar El arte de la felicidad, del Dalai Lama, otro de Deepak Chopra: Hijas de la Alegría; un libro sobre las relaciones interpersonales y de pareja y una Guía del masaje erótico. Tampoco compré Tú puedes sanar tu vida, pero nació en mí la esperanza de descubrir mediante exhaustivos interrogatorios, su paradero.
Ya saliendo al estacionamiento con todas mis compritas, que me encuentro a un ex-condiscípulo muy serio del ITAM, y después de los saludos y preguntas de rigor, obviamente la plática derivó hacia qué libros había comprado. Le mostré el de la tesis y el calendario de vecindades coloniales mexicanas que había comprado en último momento en la caja pero la verdad es que no me atreví a mostrarle los demás títulos, así que terminé con la típica frase “y otras cositas”, que para el buen entendedor significa “ya no me preguntes, ok?”.
Sintiéndome comprador-de-libros-de-superación-personal-de-closet pero a la vez muy satisfecho por mis adquisiciones, emprendí el camino. Llegando a mi casa y saludando a la Mamá, descubrí en su librero El Alquimista (soy de la opinión de que no existen las coincidencias. ¿Será que Paulo Cohelo se burla de mí?) Ya cuando me dio cosita fue cuando en el cuarto de mi hermano descubrí en su librero El Caballero de la Armadura Dorada (Dios mío, esto es un compló!!), que le habían dejado leer en una de sus clases extrañas de la Salle. Se despide de ustedes su nuevo lector de libros de auto-ayuda, y émulo nuevamente de Bridget Jones, Alex “Never Say Never Again”.