Los antecedentes o Dice mi mamá que siempre sí...
La semana anterior a la marcha traté de convencer a Hrín para ir juntos. Me contestó con cara de fuchi y tonito despectivo que no, que no le latía, que no le veía el caso, que era como un carnaval. "Pues es un carnaval y es muy divertido!!" contesté, no con mucho ánimo porque me parecía que ya habíamos tenido la misma discusión el año anterior. (tal vez Hrín quería que la marcha fuera entre lenchas bigotonas y vestidas maltratadas para que realmente fuera valioso el marchar por nuestros derechos). Comprenderán ustedes mi asombro cuando uno o dos días después me dijo: "Frieend vamos a la marcha!!" Y yo, "cóomo, wey? si no querías ir". "Sí, pero ya Froi me convenció, y nos vamos a ver en su casa y bla, bla, bla... ándale Frieeend!!!" No sé qué palabras o artes habrá usado mi buen amigo Froi (¿algún masajillo?) para convencer al sometimes-decimonónico de Hectorín pero se lo agradezco.
Mañana stress o Desayuno de pelos
Después de hacerlos sufrir un poquito (ahora era yo el que ya no podía ir, jajaja), por fin todo se arregló: 10.30 en casa de Froi para desayunar. Por supuesto que la hora se convirtió en 11.30 (¿por qué será?), cuando Hrín y yo nos encontramos al pie del mosaiqui-edificio donde vive el Froi. Como de costumbre, no recordábamos el número de departamento así que mi amigo se dedicó a tocar en todos los timbres de los 400s. Muchas respuestas erradas, hasta que contestó un viejito que hablaba misteriosamente de forma muy similar a Froi. Sólo repetía: "¿Quién tocaa?, ¿quién tocaa?", mientras nosotros atacados de la risa volvíamos a tocar a ver si podíamos discernir si era el Froi o un impostor (nota para Froi: cambia tu timbre de voz). Por suerte para nosotros, en ese momento llegó Enrique, quien SÍ sabía el número pero no fue necesario tocar, porque ya Froi bajaba semidesnudo a abrirnos (nota 2: ya tramitamos tu ingreso al Club de Osos Mexicanos, Froi).
Mientras nuestro anfitrión se peleaba por teléfono con alguna ejecutiva de Iusacell, nosotros inspeccionábamos el departamento en busca de comida. Pura piña con la invitación a desayunar porque de desayuno, nein. Bajamos a comprar unos huevitos y demás víveres y poco después disfrutábamos de un opíparo desayuno consistente en huevos con jamón, tamalitos de mole, té, pan tostado, cuernitos con chocolate Tía Rosa, frijolitos, tortillas y salsita de lata, amenizado por el stress de Enrique, encarnado en mamá preocupona, angustiado en que si sus amigos iban a llegar allí, que si nos iban a alcanzar allá, que ya era muy tarde, etcétera. Por fin llegaron los amigos y en alegre comitiva nos dirigimos en micro hacia Reforma (todo muy democrático).
Ya allí tuvimos que caminar un buen trecho hasta que de repente comenzamos a escuchar la música. Antes de llegar, Hrín y yo nos prendimos nuestras banderitas gremiales de lentejuelas en el pantalón (por fin las estrenamos!!), que nos trajo Male desde la mismísima Chueca madrileña (mil gracias por el regalito Male, fueron un éxito y muy chuleadas), para llegar con el outfit adecuado a la aglomeración. Vimos carros con música con bailarines (guapos y feos) y strippers, travestis enseñando las tetas, gente disfrazada, miles de locas y demás gremiales. Había de todo, niños bien, niños mal, rancheros, rockers, marinos, soldados, bikers, vestidos de novia, plumas, lentejuelas, miles de disfraces (un mazinger zeta en patines!!, demonios y ángeles, body painting y mucho más) lenchas guapas (pocas), lenchas horribles (muchas), etcétera. Nosotros fuimos caminando a ver qué veíamos hasta que llegamos al Ángel, donde había un escenario con microfonito y todo. Froi me regaló una banderita gremial que añadí al look (nota 3: gracias, Froi!!).
Encuentro en Reforma o Guadalupe y yo o El Friend casi pierde el estilo o Un oso más para mi penosa (y numerosa) colección
Fue allí donde un tipín saludó a Froi. Después de un rato llegó para presentarnos, un tipo güerito y medio sosito a primera impresión, aunque bastante simpático, sin dejar de ser interesante en una segunda mirada. Yo no oía nada con la música a todo volúmen y los gritos del ente en turno al micrófono y por eso no le entendía a lo que me platicaba y a todo le decía que sí. De pronto, volteo y entre la multitud descubro a... Guadalupe Loaeza!! ¡Había cumplido la promesa de su último artículo del Reforma, Todos somos gay: "Allá nos veremos..."!! Comprenderán mi emoción dado que soy su lector asiduo (tengo casi todos sus libros desde que la descubrí en una conferencia que organizó mi hermana en el 93), así que sin pensarlo más me agarré al cuello de Froi gritando: "Weeeey, allí está Guadalupeeee!! Vamos a pedirle su autógrafooo!!" El Froi me volteó a ver con una mirada de "Wey, eres un naco" pero me valió y repetí mi grito. Para esto, el niño con el que platicaba preguntó que decía yo y el Froi penosamente lo repitió. Simplemente dijo "Ah, pues sí, vamos" y dió media vuelta dirigiéndose hacia ella. Yo no acababa de pensar "y este entusiasta de dónde salió?" (están de acuerdo que del dicho al hecho hay mucho trecho), cuando se voltea para decirme: "es mi mamá..." OOOOO-SSSSSSSSOOOOOOOO.... Y pues allá fui, a conocer a Guadalupe muerto de pena. Todavía en mi stress sólo atiné a llegar a contarle la anécdota de cómo había llegado ante ella (más oso aún) y ya no se me ocurrió nada más que decirle, hasta allí llegó mi locuacidad. Ella muy linda y amable, eso sí. Mejor opté por recargarme en un poste que estaba junto e intentar regresar a mi color original mientras trataba de comentar algún punto con Hrín (ay que bueno es contar con un amigo cerca en estos casos, por lo menos uno puede disimular), mientras Froi seguía platicando con el hijo. Después de un rato nos despedimos y comenzamos a caminar dirección al Zócalo.
Viva la diversidad o El mundo cambia con un poco de alcohol
Se unieron más amigos. Muchísima gente pero ya sin música, por lo que después de un buen trecho decidimos regresar a donde estaban los carros con música. Sin embargo, después de ver a unas lenchas muy alegres brindando por la diversidad, pensamos que no nos caería mal un poco de chupe, así que nos dirigimos al Oxxo más cercano a surtirnos. Fila inmensa y ante la aplastante decisión de la mayoría compramos (eww) ron, por supuesto con Coca Cola Light (bueno, Hrín, Froi y yo, los demás la tomaron con manzana [interesante combinación]). Pero ya con chupe en la mano, hasta me supo rica la cuba y, como siempre he dicho, un chupe cambia el mundo. Todo se veía más divertido. Alcanzamos a preparar los alcoholes justo cuando el trailer del Living se unía al parade, con excelente música y pues nos fuimos en esa comitiva. Allí descubrí a un amigo que me dió un bonche de banderitas gremiales con el logo del Living, (gracias Eli!) que repartí entre mi comitiva. Súper a gusto, me sentí contento de participar en mi primera marcha, sólo eché de menos las porras que me habían contado se gritan en estos eventos, como: "¡¡BANQUETERA, ÚNETE, BANQUETERA, ÚNETE!!; ¡¡QUE NO, QUE NO, SÍ QUE SÍ, YA VOLVIMOS A SALIR!!; ¡¡ESE GORDO BIGOTÓN, TAMBIÉN ES MARICÓN!!; ¡¡FOX, ESCUCHA, TU HIJO SE LLAMA LUCHA!!; ¡¡DETRÁS DE LOS BALCONES, TAMBIÉN HAY MARICONES!!; ¡¡EL QUE NO BRINQUE ES BUGA, EL QUE NO BRINQUE ES BUGA!!", etc. Pero ni modo, estábamos en la parte fresa de La Marcha y no se oían dichas consignas...
Me gusto ver las reacciones de la gente a nuestro paso: sonrisas y caras de asombro, exclamaciones de apoyo, unos barrenderos que pasaban en un camión de basura que bailaban al son de la música para nuestro regocijo, visitantes en los turibuses que gritaban con alegría y levantaban pulgares. Ah! y el detalle de la marcha que me conquistó: dos viejitos con baberos de mujer que bailaban y gritaban alegremente a un lado de Reforma. Me imagino que eran pareja, me encantaron.
Tres gremiales en apuros o The end
Todo muy bien, pero yo (como diría Male) me meaba. Igual Enrique. Hasta que gracias a su impecable logística (una vez más confirmó su papel de mamá en excursión pues llevaba agua, tylenol, paraguas y sólo le faltaron los sandwiches de jamón), junto con Hrín tomamos un pequeño desvío hacia un KFC a paso chacha apurada a desahogarnos el stress. Encontramos a Froi que estaba desaparecido y al llegar al Metro Hidalgo yo me despedí pues tenía que llegar a mi casa a las cinco. Le dejé mi banderita gremial a Enrique (la estafeta), me quité la que traía en el pantalón y me dirigí a la Condesa, donde había dejado mi coche.
Cerramos con broche de oro la noche yendo a la White Party de Stereo (mi outfit cero ad hoc, porque fui de negro jajaja), donde bailamos toda la noche. Me la pasé perfecto, espero poder asistir a la marcha del próximo año y esta vez llegar al Zócalo. Invitación abierta a fieles y gentiles...