martes, diciembre 26, 2006

DE LA NAVIDAD o CONFUSAS REFLEXIONES SOBRE ESTAS FECHAS

Este año la Navidad ha sido para mí definitivamente menos mágica y/o espiritual que en toda mi vida. Pero con esto, no quiero decir de ningún modo que haya dejado de serlo en ningún modo.

Cuando era niño, en estas fechas era difícil para mí distinguir entre la fantasía, y la realidad. Los mayores me hablaban sólo de cosas mágicas, de las cuales no cuestionaba su existencia: un anciano bonachón vestido de rojo y blanco que repartía regalos por todo el mundo, duendes ayudantes, renos voladores. Si pasaba la Navidad en casa de mi abuelo, en Jalisco, Santa Claus entregaba el territorio y el que entregaba los regalos en persona era el Niño Dios. Esto me creaba terribles confusiones, pues si bien no dudaba que ambos personajes existieran, me preguntaba acerca de su relación. ¿Es que ellos se comunicaban entre sí para repartirse el territorio? ¿Qué tenía que ver el Niño Dios, de origen Divino, con un viejillo del Polo Norte? ¿Entre ellos también se pasaban el dato de quién se portaba mal? Una travesura hecha en el DF, ¿contaba en Jalisco? ¿Ellos dos tenían comunicación con mis personajes favoritos, que eran los Reyes Magos?

Porque debo decir que, de acuerdo con la información que me proporcionaban mis mayores, ni Santa Claus ni el Niño Dios eran ricos y por lo tanto no traían juguetes, sólo ropa y dulces. Los que eran ricos eran los Reyes Magos [porque eran reyes, y además --súper lógico argumento--, eran tres] y a ellos sí podía pedirles lo que me viniera en gana. Así, lo que aparecía bajo mi árbol en Navidad era bolsas y bolsas de ropa, chamarras, tenis, abrigos, camisas, pantalones, camisetas, etc., algún juguetillo equis y grandes bolsas de dulces. Pero a mí no me importaba mucho porque sabía que los juguetes vendrían en enero.

Más adelante, la magia de la Navidad vino con su misterio, con su historia propiamente dicha: el Salvador nacido en precarias condiciones. En la adolescencia, la Navidad fue para mí motivo de rabiosas reflexiones filosóficas y teológicas [como adolescente, la Iglesia me parecía un burdo engaño para tontos]. A partir de los 17, me reconcilié con la religión y, tomando lo bueno de ella, me entró un fervor místico de aquéllos. Le tomé el gusto a anticipar la Navidad con todos los ritos y reflexiones previas que señala la Iglesia. A partir de los 18 aproximadamente, combiné todos estos rituales ortodoxos con las reflexiones que sugería el New Age y la Filosofía [para algo me sirvió llevar Ideas con McCadden]. Para ese revoltijo de creencias que es el New Age, Navidad era el día señalado para que nuestro Cristo Interno re-naciera: todos recibíamos un Niño Dios en nuestro interior. Igual que lo que decía la Iglesia [recibir a Cristo en nuestros corazones] pero diferente [todos tenemos un Yo Soy-Cristo Interior]. Después de algún tiempo, me dí cuenta que ninguna creencia, fe o disciplina se diferencia mucho de los estándares establecidos por la Iglesia Católica: Al fin y al cabo, son creadas por los hombres y, junto a Grandes Verdades, coexisten grandes absurdos. O lo que es peor: Grandes Verdades son veladas por grandes absurdos...

Y ahora? ¿Qué pienso ahora de la Navidad? Y es que, si te pones exigente, quedan muy pocas verdades acerca de ella por ser discutidas. Que ya sabemos que para algunos --bastantes diría yo--, es una fecha totalmente materialista y que sólo sirve como pretexto para el consumismo, el alcoholismo y los excesos. Que ya sabemos que, vista desde esa perspectiva, puede ser una fecha realmente vacía y carente de sentido. Que ya sabemos que Jesús ni siquiera nació en diciembre, que se cambió la fecha para que coincidiera con la festividad solar [donde Zeus-Sol-Helios prestó la imagen a Jesucristo], eso hasta en el Discovery Channel queda claro. La historia del nacimiento pues también me queda claro que es dudosísima, en eso están de acuerdo hasta los teólogos del vaticano quienes se limitan a decir que las Escrituras son un relato creado por hombres para dar testimonio de un acto de fe esencial. Una verdad a discutirse sería si Jesús fue verdaderamente Dios encarnado en hombre para salvarnos o un Gran Iluminado, que vino a darnos la Luz [y que no se crea que esto es foro teológico, y esto lo digo por aquello de que son las pasiones --paradójicamente-- las que casi siempre vienen en defensa de la fe; simplemente son puntos de reflexión que humildemente señalo]. O ya por encima de todas esas cuestiones ¿qué sentido tiene conmemorar el nacimiento de Jesús?

Creo que esa es la pregunta importante y que cada uno debe dar respuesta a ella de manera personal. En mi caso, la Navidad siempre se me ha presentado como llena de sentido. Me puse a escribir todas las razones detrás de este enunciado pero ya llevaba medio tratado cuando me dí cuenta que era mejor no ponerlas. Sin embargo, una idea quedó por encima de las demás. Dicen que la Navidad es para los niños, y ahora me queda más claro que nunca, pues hay que ser como niño para disfrutarla. La Navidad tiene sentido pleno cuando, no importando si es exacta o no, la historia nos conmueve con su riqueza simbólica y su espiritualidad; cuando creemos y tenemos fe, no en duendes o trineos voladores, sino en la bondad de las personas; cuando usamos la fecha como pretexto no sólo para nuestros excesos, sino también como inspiración para sacar lo mejor de nosotros mismos. Tanto la Iglesia Católica como el New Age tienen razón: lo importante es preparar el corazón para recibir a la Divinidad.

Y por eso decía al principio que esta Navidad ha sido para mí la menos mágica y la menos espiritual de todas las de mi vida. Al contrario, esta ha sido la Navidad en la que la realidad de muchas cosas se me ha presentado de forma clara y contundente. De preparación del corazón, nada, porque todo el tiempo previo se me fue en compromisos sociales, gripe y compras. Y sin embargo, así de sopetón te llega la reflexión, en verso y todo. Entre un sorbo de ponche, un trocito de pan de zarzamora y una conversación casual, zaz! de repente te cae el veinte de muchas cosas. Te cae el veinte de que si bien tienes un amigo menos [y lo pasaste fatal lamentando esa pérdida a tu vida], esta Navidad es cuando más has sentido el amor de los amigos que siguen allí, contigo y junto a tí. Te cae el veinte de que tus padres ya no son tan jóvenes como en tu imagen mental. Te cae el veinte de que tú tampoco estás tan joven y te faltan mil cosas por hacer. Te cae el veinte de que la estás regando fatal en por lo menos dos cosas que creías más que resueltas. Te cae el veinte de que esta Navidad es de las que menos has pedido cosas, pero es de aquellas en las que más has recibido. Te cae el veinte, como nunca antes, que es cierto que cosechas lo que siembras, ya sea para bien o para mal... Cae el veinte, así, sin más.
Como esto ya está muy largo, mis felicitaciones y buenaventuras en otro post.

1 comentario:

Liza dijo...

ay friend!! te pegó la edad!!!! que tal eh y mas con estas fechas. Pero no te apures friend, siempre hay tiempo para hacer de todo, de pronto sientes que no has hecho nada y q te falta tanto, pero one step at the time y nos amanecemos =)