Es muy complejo explicar la situación pero en términos simples es así: Tuve un amigo que data de hace ¿6? ¿7 años? Todo comenzó como un date casual pero al día siguiente ambos nos dimos cuenta que nos caíamos perfecto y que mejor éramos amigos. Al poco tiempo, podía decir que tenía un amigo. No un cuate: un amigo. ¿En qué se diferencian? Con un cuate te la pasas muy bien, te cae bien, es alguien con quien estar es agradable y ya. Con un amigo es distinto. Con un amigo sucede algo especial, algo que Alberoni llama un encuentro:
La amistad comienza como un acto discontinuo, como un salto. Llega un momento en que experimentamos un fuerte impulso de simpatía, un interés y sentimos afinidad con una persona. Si ya la conocíamos de tiempo atrás, es como si la viéramos de un modo nuevo, por primera vez. [...] El encuentro siempre es inesperado, revelador. Con la enorme mayoría de nuestros conocidos, nunca damos este primer paso para encaminarnos hacia la amistad. Podemos pasar juntos toda una vida sin que se verifique jamás este contacto, ese chispazo que nos hace sentir atraídos hacia otro y desear un nuevo encuentro para llevar adelante algo que habíamos comenzado. La amistad se construye a través de una serie de estos encuentros, cada uno de los cuales retoma al precedente. [...] Cada encuentro es diferente, descubre nuevos caminos, nos abre nuevas perspectivas. Cuando una amistad es verdadera sucederá esto muchísimas veces. [...]
El encuentro es en sí un momento de felicidad, de gran intensidad vital. Es un momento en el que comprendemos algo de nosotros mismos y del mundo. En el encuentro sentimos que la otra persona nos ayuda a tomar la dirección correcta. [...] En el encuentro, dos personas diferentes logran ver la misma realidad del mismo modo. El encuentro es recorrer juntos un tramo del camino hacia la propia identidad, hacia el descubrimiento de lo que es más importante para cada uno. [...]
El encuentro es la sinergia de dos trayectorias vitales, dos destinos.
Siempre lo consideré un amigo de esos que se cuentan con los dedos de una mano, era [y sigue siendo de algún modo] una persona muy especial para mí. No me importaba que fueramos tan diferentes, al contrario, me parecía que la diferencia enriquecía nuestra relación. Tan diferentes pero tan iguales, me parecía a veces, como supongo le ocurrirá a todos aquellos que tengan amigos. Compartimos y vivimos cosas únicas y muy intensas. Reímos y lloramos juntos. Yo sentía que ibamos juntos por la vida con esa euforia especial que da sentirse joven y con la vida por delante. Con la sensación que da el sentir que quedan muchas cosas por experimentar y descubrir y la alegría de tener a alguien para compartirlas.
¿Qué pasó exactamente? Aún no lo sé bien. Los hechos son: un alejamiento previo y una reconciliación, después un malentendido, una mala respuesta, otro alejamiento y finalmente una llamada en la que lo único que me quedó claro es que él ya no es mi amigo. Creo que en una amistad se puede tener diferencias, crisis y hasta los alejamientos me parecen naturales. Una amistad es algo tan especial que considero que ninguna diferencia puede considerarse un peligro para ella: las cosas se platican y ya. De hecho creo que a un amigo lo perdonas antes de que termine la disculpa...
Sin embargo, en esa llamada, no había intención de continuidad. Es más, él partía del supuesto de que ni siquiera eramos amigos, sólo cuates. Solamente bajo ese supuesto puedo entender que me dijera cosas como "pero no es tan grave, la gente cambia, la gente se aleja, así es la vida..." y terminara la frase con una risita burlona. What? Por supuesto que la gente cambia, por supuesto que la gente se aleja y por supuesto que así es la vida, pero por lo general cuando suceden esas situaciones ni lo sentimos porque la mayoría de la gente no es TAN especial para nosotros. Al contrario, esperas que una amistad dure para siempre. Como bien indica Alberoni:
No existe reconocimiento ni amor ni amistad a plazo fijo. Las cosas sólo adquieren dignidad cuando tienen la intención de durar, cuando proyectan vencer al tiempo. Por eso, también el encuentro está signado por el deseo de durar y conlleva, en potencia, el reencuentro.
Y no es que él no considerara el reencuentro pero, ¿reencontrarnos para qué? Yo tenía algo especial y lo que él me ofrecía no era eso. ¿Para que quiero reencontrarme con un cuate cuando yo tenía un Amigo? No uno de esos que llamamos amigos a falta de otro término más preciso, sino Amigo, así con mayúscula. De esas relaciones que alimentan y dan sentido a tu vida.
También le doy vueltas, aunque procuro no hacerlo, a la cuestión de cuándo dejé de tener lo que yo pensé que tenía. ¿Por qué no vi las señales? O mejor dicho ¿cuáles fueron las señales?
Y también le doy vueltas, [y también procuro no hacerlo], a discernir cuál fue la causa de que me hablara con tanto rencor de una mamada [del pasado, o sea mamada-pasada]. Porque fue una mamada el haberme desesperado en messenger después de esperar y esperar que me contestara y decirle "ay ya hueva contigo bye". O, mejor dicho, la mamada es enojarse por algo así. Como yo le dije en el momento de su llamada, yo estaba seguro que no era ese el verdadero problema; yo sentía que era otra cosa que no me decía y que ya tenía tiempo atrás.
En fin, esa llamada fue unos días ¿antes o después? de mi cumpleaños. Aprovechando el espíritu navideño, supongo. En cuanto reconocí su voz, me puse feliz. ¿Para que se habla a alguien después de una diferencia si no es para arreglarla? Todo lo que pensé reclamarle se me olvidó, quedó atrás. Era mi amigo y me estaba llamando para arreglar las cosas. Pero él no hablaba para arreglar las cosas. Hablaba para hacer un statement. No hablaba para aclarar las cosas. Hablaba para repetir lo enojado que estaba por que yo le había dicho "que qué hueva", y para decirme que si volviera a pasar, volvería a actuar de la misma manera [mandarme un mail pendejeándome]. No hablaba para escuchar una disculpa y a su vez decir que él también lo sentía y perdonar. El único que se disculpó fui yo, y en vano.
Me tomó un día y medio ver las cosas con tranquilidad y tomar una decisión. Quedaba claro que a pesar de todo, no era mi amigo [por mucho que me costara creerlo y aceptarlo] y no tenía caso vernos más. Ni para cerrar el ciclo; ya lo cerraría yo solo. Por delante me quedaba procesar todo el asunto. Y el proceso ha sido discontinuo y por fases, como toda ruptura. Después de dos días de no pensar en el asunto y estar muy tranquilo, podía pasarme la semana siguiente soñando y despertando dándole vueltas al asunto. Lo peor es que todo me lo recuerda, y el subconciente no me ayuda. En esas ocasiones, casi a diario hay una canción, una foto, un objeto, una persona o una coincidencia que me hacen recordarlo.
Por otra parte, mi ego es mi peor enemigo, como dicen los budistas. Mi ego sigue lastimado y dolido. No puede aceptar el rechazo, no lo concibe. Así, hubo otra semana entera en la que mientras me bañaba, fantaseaba acerca de la situación exacta en la que me lo encontraría de nuevo y en la que se daría cuenta del error que cometió. En estos mezquinos ejercicios imaginativos, las situaciones eran muy variadas pero lo que siempre permanecía igual era que el encuentro era casual y yo por supuesto era el más popular y me veía rodeado de amigos, mientras que él sólo estaba con su novio [al que por cierto en dos años de relación nunca me presentó, a pesar de mi insistencia y hasta sentidez por que me presentara al "cuñado"], y sintiéndose fuera de lugar e incómodo. Of course, estas chaquetas mentales no ayudaron nada al proceso y no me ayudaban a sentirme bien...
¿Que si aún duele? Por supuesto, todo el asunto es muy triste... Una de las cosas más tristes es que siento que, mientras yo lo aceptaba tal cual es, él no a mí. Defectos? Todos los tenemos y ni él ni yo estamos exentos. Pero a los amigos se les acepta tal y como son. Y a lo mejor con la frase "así es él", dejé de lado o no le di importancia a detalles que tal vez si la tenían, como no haber asistido a mi cumpleaños en varios años, sabiendo lo importante que es eso para mí. También al principio busqué acciones mías que pudieran haberlo lastimado, pero dejé de hacerlo porque es absurdo: No leo las mentes y si un amigo no puede decirte las cosas que le molestan de tí uno no tiene porque andar haciendo ejercicios de adivinación y sintiéndose culpable de cosas que a lo mejor ni al caso. No me queda más que quedarme con lo que me dijo y ya. En la conversación telefónica me quedó claro que mientras que yo, aún conociendo sus defectos, así lo aceptaba y valoraba, para él no era igual. Como diría Alberoni, no me "hacía justicia":
Por ello, amigo es quien nos hace justicia. Nos hace justicia en un sentido profundo y vital. La vida en sí puede ser justa o injusta. El amigo que aprecia en nosotros una cualidad que nadie había valorizado, que nos estima por algo que los demás desprecian, nos hace justicia en un sentido profundo. El amigo está de nuestra parte, lucha con nosotros y de ser necesario, nos venga. Por eso nos hace justicia.